Uno de los animales más importantes dentro de la cosmovisión de los pueblos originarios americanos fue el jaguar (Panthera onca); también llamado yaguareté por los guaraníes y recibió el nombre de otorongo por la cultura Chavín. Fue representado mediante una gran cantidad de valencias simbólicas; unas se manifestaban en el uso de su piel y otras en su anatomía, como las garras y los colmillos; otras, en sus comportamientos, hábitos y características físicas asociadas a las cosmovisiones de cada uno de los pueblos. Al jaguar se le personificó de muchas formas y con diferentes materiales (piedra, cerámica, maderas, oro, etc.), como medio para expresar cualidades humanas.

El felino tallado en una lápida en el cuadrado circular del antiguo templo de Chavin de Huantar


En las culturas de Mesoamérica –como la olmeca– se construyeron inmensas rocas con forma de hombres-jaguar, considerándolo un poderoso nahual –ser sobrenatural que puede tomar formas de animal–, espíritu aliado que acompañaba y protegía a los chamanes mientras éstos se movían entre el mundo terrenal y el reino de los espíritus. Para los mayas, el jaguar –llamado balam o chaac– representa las tinieblas, al inframundo, al principio y fin de los tiempos. La cultura mexica compartía parte de la visión maya sobre el jaguar –a quien denominaban ocelotly lo utilizaban como símbolo de guerra, creando una poderosa élite de combatientes: los guerreros jaguar.

Guerrero jaguar azteca, tlahuahuanque del ritual de sacrificio de combate llamado sacrificio gladiatorio en español y tlahuahuanaliztli o tlauauaniliztli en náhuatl, como se muestra en el folio 30r del Codex Magliabechiano.1


Ya las culturas andinas, como la cultura Chavin, del antiguo Perú, el jaguar era visto como el animal perfecto, el cual estaba en total simbiosis con la naturaleza y era capaz de capturar virtualmente cualquier otro animal. Así mismo, el jaguar está presente en otras culturas del como la Cupisnique y luego en posteriores como Moche, Tiwanaku e Inka.

Kero con asa, cerámica negra bruñida con decoración por incisión en pasta, representa dos felinos en actitud agresiva o de adoración, parados sobre sus patas posteriores, apoyando la cola. Un tercer felino, más pequeño, aparece entre ambos en actitud más pasiva.2


Con el pasar de los tiempos, algunas de estas concepciones permanecieron en las tradiciones de los pueblos latinoamericanos, quienes retoman la imagen del jaguar en sus actividades, comportamientos y procesos de empoderamiento de Nuestra América. Es un símbolo asociado a la recuperación de la sabiduría que proviene del pasado, la focalización en el presente, y el valor y el coraje para afrontar el futuro.

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